La interrogante luce más que obvia. Sin
embargo desde el origen mismo de la palabra y la cultura popular, pareciera que
no.
Si nos transportamos al origen encontramos
que trabajo proviene de “Tripaliare”,
instrumento de 3 palos del siglo II (DC) donde los romanos ataban a los
esclavos para torturarles. De hecho, en el sur del continente trabajo es
conocido como “pega”. En la doctrina cristiana vinculaban al trabajo como un
castigo divino. Antes de ser tentado por la serpiente, Eva o ambos, Adán pasaba
sus días sin mayor preocupación que disfrutar del paraíso, creado solo para él
y su consorte.
Producto de su falta Adán y Eva fueron castigados
por Dios con la muerte, el dolor, la vergüenza y el trabajo (a comer el pan con el sudor de tu frente).
por Dios con la muerte, el dolor, la vergüenza y el trabajo (a comer el pan con el sudor de tu frente).
Esta pequeña introducción con tinte
humorístico, no pretende otra cosa que plantear la desvalorización etimológica
y cultural que tiene la palabra trabajo en varios contextos. A nivel operativo,
es común observar que el trabajo es visto más como una transacción monetaria
que como un conjunto de actividades productivas por las cuales obtenemos
compensación más allá de la económica. Puedo afirmar que muchos de los
conflictos que se generan en el campo laboral tienen su origen en la
sobrestimación que la compensación monetaria, sin caer en triviales discusiones
acerca de lo importante que es el dinero en nuestras vidas.
El trabajo está altamente vinculado con el
bienestar a lo largo de todo nuestro ciclo vital. Durante buena parte de
nuestra vida somos entrenados para esto y en pocas ocasiones preparados para la
desincorporación de la actividad laboral (formal por lo menos). Si nos
referimos al modelo de bienestar PERMA[1],
propuesto por Martin Seligman, padre de la psicología positiva, nos encontramos
con lo relevante que es el trabajo en la generación de emociones positivas,
entrega a lo que hacemos, nuestras relaciones interpersonales, sentido y logro.
Centrándonos en el sentido del trabajo,
encontramos una apatía en visualizar la trascendencia que tiene lo que hacemos
en el bienestar nuestro y de las personas a quienes beneficiamos con nuestro
trabajo. Para cocinero de un restaurant por ejemplo, independientemente del
estilo de su cocina, debe estar claro que su función no es preparar platillos
para sus comensales. Lo que le da sentido a su actividad es “restaurar” a su
cliente mediante alimentos bien preparados. Su misión es que este, experimente
una sensación que supere sus expectativas y que se conecte con sus emociones.
Si volvemos a la pregunta inicial ¿Tiene sentido trabajar?, antes de
responderla de manera automática, está si conocemos en realidad el sentido de
nuestras actividades.
Corresponde al líder mostrar ello como obligación, que
cada actividad siempre redunda o debe redundar en bienestar propio y de otros.
El trabajo tiene sentido definitivamente.
Psi. Cesar Yacsirk
Vicepresidente de la Sociedad Venezolana de
Psicología Positiva SOVEPPOS
Profesor Universidad Metropolitana
@CYACS
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