Cuando
estamos en labores de conquista, nos embellecemos para atraer a quien queremos
acercar a nuestra vida. Investigamos cuáles son las cosas que más le gustan a nuestro
“objetivo” y sin dejar de ser nosotros mismos, las proveemos. ¿Qué diferencia
existe entre las organizaciones y nuestra vida cotidiana?
Tal
vez sea difícil observar algo tan ordinario como la búsqueda de pareja y su
paralelismo con la vida organizacional. Si la metáfora no es del todo clara,
permítame presentar la idea de manera directa “No estamos siendo como organizaciones, suficientemente atractivos para
captar y retener a nuestros colaboradores” y aunque el dinero es
importante, estamos descuidando aspectos igualmente relevantes.
La
primera pregunta que realizábamos a alguien que aceptaba una oferta era (y tal
vez aún es): ¿Cuánto te van a pagar? ¿Cuánto es el paquete?
Durante
décadas nuestra herramienta de captación estaba centrada en el llamado
“paquete” enfocado principalmente en aspectos económicos. No es menester entrar
en una discusión bizantina acerca si el dinero motiva o no. Es una parte
importante y su discusión puede entrar en el territorio de la obviedad.
Fernando
Sabater (2012), en su libro Ética de Urgencia, cita a Schopenhauer al referirse
al dinero como productor de una “felicidad abstracta”. Es decir, te produce
satisfacción al tener expectativas de recibirlo por lo que en teoría podrás
obtener con este. Una vez recibido, el dinero puede darte complicaciones porque
cualquier erogación está llena de limitaciones que no necesariamente se
revierten en satisfacciones. En lo concreto, debemos pensar cómo
-racionalmente- debemos gastar. La emocionalidad positiva se centra en lo
concreto y no en lo abstracto.
¿Cómo
hacer entonces a la organización más atractiva? La respuesta es simple y
compleja a la vez. Ampliando nuestra visión.